viernes, 20 de marzo de 2009

NO HABRÁ MÁS PENAS NI OLVIDO

Porque leer a OSVALDO SORIANO me hace llorar y reir y miro a mi alrededor y veo los mismos personajes,personajillos y personas....pero dá miedo ver que la estupidez humana no tiene límites.Os dejo con esta magnífica nota de Brent J. Carbajal.


La Argentina de los años 70 sirve de escenario y trasfondo para una de las novelas más exitosas y políticamente directas de Osvaldo Soriano (1943-1997). Publicada en 1982, durante el exilio de Soriano, No habrá más penas ni olvido es la historia de una batalla sangrienta entre facciones peronistas. Más que nada, sin embargo, es el cuento alegórico de un pueblo argentino frustrado, harto de ser manipulado por los misteriosos mandamientos de un gobierno alejado tanto de la cotidianeidad de los ciudadanos como de los sueños del país. Mediante el uso de una narración y un diálogo sumamente gráfico y recursos asociados con el humor negro, Soriano logra una tragicomedia que apela a diversas emociones del lector y que señala la naturaleza humana del peligroso conflicto político en la Argentina.

Caracterizada
por una trama bastante sencilla, el efecto emocional que produce No habrá más penas ni olvido resulta de la simple incredulidad de que algo tan horrible puede sobrevenir a alguien por una acusación falsa y una situación tan inocente. El hecho de que mueran tantos personajes de la novela sorprende al lector por la fácil y básica razón de que la matanza parece deberse a malentendidos, a un dogmatismo ciego y a una política malinterpretada. Una vez iniciada la novela, el lector rápidamente se entera que no hay cómo detener la violencia ni hay límites que la definan. Las imágenes que perduran, entonces, son de las acciones y reacciones de los agentes de dos peronismos que protagonizan un macabro “tango” dotado de toda la emoción y tradición del baile nacional. Como explica Carlos Roberto Morán (1984) no es ninguna coincidencia que el título de la novela hubiera sido tomado del famoso tango de Carlos Gardel “Mi Buenos Aires querido,” del que incluye los versos “cuando yo te vuelva a ver/no habrá más penas ni olvido” (247). No es nada difícil imaginar la verosimilitud de estos versos en relación con los pensamientos de miles de argentinos, exiliados o no de su país. Además, el romanticismo que caracteriza el tango también describe la manera como Ignacio Fuentes, el protagonista, se aferra a su peronismo y a su manera de ver la realidad política de su país.

Como en muchos sentidos, esta novela es una alegoría de la Argentina de mediados de los 70, sirva aquí una breve reseña de cómo Osvaldo Soriano percibía la realidad política de la época. Interesadamente, muchos creen que la novela fue escrita durante el exilio, pero el autor ha recalcado muchas veces que sólo fue publicada durante su estancia en Europa y que fue escrita cuando todavía habitaba su país natal. Por esa razón, la inmediata visión política de Soriano influyó muy directamente en su texto. Como explica a Daniel García Molt en una entrevista de 1987

Escribí No habrá más penas ni olvido en el ’74.
Y la escribí acá, aunque muchos creen que fue durante el exilio. (…) Yo estaba muy sensibilizado por lo que ocurría en el país. (…) Todo esto, que tiene explicaciones políticas, a mí me parecía poéticamente siniestro. Y me pareció un material interesante para trabajar (…) (134).

En el prólogo a la primera edición publicada en España, Soriano explica la acción de su novela, situada durante el último gobierno de Juan Domingo Perón. Pero, mientras el enfrentamiento entre facciones peronistas sucedió, en realidad, en las grandes ciudades argentinas, Soriano hace que los sucesos de su novela tengan lugar en Colonia Vela, un pequeño pueblo de provincia, pueblo que aparece también en otras novelas suyas. En cuanto al trasfondo peronista, Soriano dice en el prólogo que el peronismo estaba dividido en dos facciones: la que veía a Perón como líder revolucionario de las masas y la que quería usar su vuelta al poder sobre las masas para impedir cualquier futura victoria de dichas masas (140). Según Soriano

Perón iniciaría una implacable depuración de elementos izquierdistas de su movimiento.
(…) Perón utilizó una curiosa estrategia de gobierno: descalificó como infiltrados a aquellos a quienes todo el país conocía como peronistas, (…) y bendijo como peronistas a muchos advenedizos que habían contribuido a su caída en 1955 (141).

Tal es la situación sociopolítica de No habrá más penas ni olvido: la lucha entre la izquierda y la derecha del peronismo. Ignacio Fuentes, el delegado municipal, y los que luchan con él representan a los peronistas de la primera hora y quienes los acusan de ser infiltrados son los peronistas derechistas. Como todo esto tiene lugar en un pueblo donde todos se conocen y donde todos están enterados de la opción política de su prójimo, la ironía de la batalla se subraya aun más. Claro que el horror de las muertes y de la tortura se nota probablemente más, pero lo absurdo de todo, el hecho de que algo así pase en un lugar así, deja una impresión muy fuerte también. Refiriéndose a este hecho, Carlos Roberto Morán dice que la novela

empieza con la boca abierta provocada por la carcajada y concluye con esa misma boca abierta que emite el grito causado por la angustia y el dolor. Cosas menores, leves, se transforman en cuestiones mayúsculas y aleves. Nada es sustantivo: basta con que los unos sospechen de los otros para que comience el “diálogo” de las balas (247).

Los episodios violentos que constan en este “tango” peronista forman la base del argumento de la novela. En fragmentos cómicos, horroríficos pasajes descriptivos, diálogos directos y acción a veces frenética, el tema principal se vislumbra: los argentinos están matando a los argentinos; ambos, iróni-camente, invocando el nombre de Perón. Los intérpretes de este trágico baile se aferran totalmente a su visión peronista (casi se podría decir “romántica-mente” en el caso de Ignacio Fuentes y quienes lo defienden) pero, al final, parece ser sólo el componente nostálgico del tango, el concepto político idealista que sobrevive. La realidad peronista es contradictoria y resulta en tragedia.

La novela comienza con acusaciones políticas contra Ignacio Fuentes, el delegado municipal de Colonia Vela, y su asistente Mateo. Nunca se sabe exactamente por qué existen estas acusaciones ni quiénes las han promulgado, pero el ambiente descrito es uno de corrupción y de división política. Que Fuentes y su “administración” sean acusados de infiltrados y marxistas-comunistas es irónico porque Fuentes y quienes lo rodean invocan el nombre de Perón varias veces durante el conflicto, jactándose de ser buenos peronistas. El responsable de “limpiar” el gobierno municipal de elementos marxistas, el Secretario Suprino, también se considera peronista pero, obviamente, de otra índole. Así, rápidamente se configuran dos grupos de combatientes, el de Ignacio y el de Suprino. Aquél, un grupo de “hombres medios,” cuenta con la ayuda de personajes cómicos como un borracho delincuente, un placero y otros ciudadanos. Éste, una pandilla de oficiales y soldados de otros lugares, goza de más armas, más hombres y más táctica guerrillera.

Lo que sucede, entonces, es una especie de golpe de estado. Fuentes y sus seguidores se encierran en el municipio y se defienden contra Suprino y sus partidarios, cuya misión es eliminar a los “marxistas”. Se derrama mucha sangre durante la batalla y muchos de los protagonistas mueren o salen heridos. Como ya se ha mencionado, sin embargo, el horror de esta serie de eventos está salpicado de momentos cómicos. El lector casi tiene que reírse a pesar de la violencia cuando el piloto Cerviño, con su avioncito “Torito,” ataca a Suprino y sus hombres con DDT y luego con estiércol. Un alto grado de humor, también, se realiza cuando miembros de los dos bandos gritan “Perón o muerte” al atacar al enemigo.

Curiosamente, el “tango peronista” del título que resume el enfrenta-miento armado entre dos facciones de un solo movimiento, se realiza a partir de bases o causas bien débiles: acusaciones falsas. En una conversación con el placero Moyano, Fuentes recalca la ridiculez de la acusación contra ellos

—Nos quieren echar.
—¿Por qué, don Ignacio?
– Dicen que no soy peronista.
—¿Que no es peronista? –el placero se rió–; yo lo vi a usted a las piñas acá con Guzmán por defender a Perón (23)1

Un poco después, hablando con su esposa, Fuentes se compara con Perón, diciendo: “Hay revolución, vieja. ¡Me hacen una revolución! ¡Como a Perón!” (25). En un anuncio dado por parlantes, sin embargo, se describe a Fuentes y Mateo como marxistas: “¡Compañeros! ¡De pie en apoyo del secretario general del justicialismo, compañero Suprino! ¡Hagamos tronar el escarmiento contra la oligarquía marxista!” (25).

José Delgado Costa afirma este mismo punto cuando recalca el hecho de que en la novela “verdaderamente no hay buenos y malos, de que el país está dentro de una ola de oportunismo y terror, dividido en bandos que olvidan la parte humana por la cual, supuestamente, luchan” (2002: 92). Es decir, que el horrible conflicto armado se debe a una división o crisis social cotidiana. El oportunismo político, intereses creados y alianzas partidistas han vencido a un pueblo que antes era un solo pueblo. Soriano subraya esto por situar su tragicomedia en un pueblo donde todos se conocen y donde, realmente, no hay lugar a dudas en cuanto a política. Por cierto, y tocante al asunto, Fuentes dice: “¿Qué es eso de que Mateo es comunista? Cuando echaron a Perón, en el ’55, ya estaba en la municipalidad. Estuvo después, estuvo siempre. Nunca le pregunté si era comunista. Bolche es Gandolfo. De siempre fue, pero lo saben todos. Es el único en Colonia Vela. Tiene la ferretería y nadie lo jode” (22).

Otro ejemplo de identidades falsas y la facilidad con la cual los derechistas aceptan identificaciones, tal vez erróneas con tal que cumplan con sus metas, es cuando Suprino cree haber matado a Fuentes. La verdad es que está muerto el loco Peláez, pero Suprino dice: “Para mí es Ignacio. (…) Salió a morir como un héroe el boludo” (77). La aceptación y uso de etiquetas, slogans y falsas identificaciones contribuye a la división peronista en la novela y resulta en la lucha casi fratricida que es No habrá más penas ni olvido.

En cuanto al humor que sirve de contrapunto al horror del conflicto armado, es interesante notar que, casi siempre, resulta del comportamiento de uno de los defensores de Ignacio Fuentes. Las cómicas maniobras del borracho Cerviño con su avioncito “Torito,” la del no menos borracho Juan Ugarte y del oportunista Sargento García entretienen al lector mientras se horroriza ante la seria brutalidad del otro aspecto de la novela. Todo esto parece devenir de otro importante elemento: los adversarios y combatientes son vecinos, son argentinos medios con debilidades y vicios como cualquier hombre. El elemento humano, a pesar de lo que ha dicho Delgado-Costa más arriba, no se ha perdido aquí; lo humano es el elemento cómico y trágico, el aspecto del tango que expresa tanta emoción y tanto dolor.

No es necesario dar muchos ejemplos del elemento cómico de la novela (basta leer las primeras tres páginas para saber que Soriano cuenta con un tono humorístico), pero hay dos episodios que ejemplifican, muy bien, tanto la división en el peronismo como lo humildemente “humano” de los llamados “infiltrados.” En primer lugar, el reclutamiento emprendido por Fuentes para defender el municipio sirve de ejemplo. Cuando Fuentes llega al municipio después de haberse enterado de las acusaciones, se topa con dos agentes de policía. Para convencer al agente García que debe dejarle paso al municipio, le ofrece un ascenso de rango y un aumento. García acepta y lucha con Fuentes durante toda la campaña, pero por razones oportunistas; al final ha subido al rango de sargento. El orgullo y egoísmo humanos se notan en García y se manifiestan en episodios graciosos. Cuando el borracho Juan Ugarte entra en el municipio y trata a García de “agente”, García le corrige inmediatamente diciendo: “Cabo (…) ahora soy cabo” (34). Por su parte, Ugarte comenta este repentino ascenso y la apuntación es cómica: “¡Qué te parió que subiste! Bueno ahora me voy ¡La vida por Perón!” (34). Fuentes ha contado con el egoísmo y con el oportunismo de su prójimo para que García se adhiera al bando, y ver cómo García corre el riesgo de morir para recibir dos asensos en un solo día es gracioso y llamativo de la naturaleza humana.

Las reacciones de Ignacio Fuentes y de sus hombres, cuando reciben comunicaciones del intendente del otro bando, constan como buena evidencia del humor que casi puntúa esta narrativa. El siguiente intercambio de mensajes sirve de ejemplo. El primer mensaje viene del intendente derechista, el segundo es la respuesta de Fuentes

Señor delegado. Está acusado de infiltrado y subversivo. Presente su renuncia y lo llevaremos ante el Tribunal del Partido. Perón o muerte.
(…) Váyase a la reputa que lo parió. Perón o muerte (49)

La jerga peronista y las palabrotas empleadas por Fuentes en contes-tación al muy formal mensaje del intendente reflejan lo que es para el lector algo muy humano: ironía y parodia. Para demostrar que los derechistas no son más peronistas que él, Fuentes se sirve de un lenguaje parco y simple y, claro, del slogan peronista.

Finalmente, después de las muertes de Ignacio, Mateo, Cerviño, Moyano, y otros, se encuentra un ejemplo más del humor irónico de la novela. Al presenciar la muerte de Cerviño (quien antes de fallarse les pide que le digan su historia a Perón) García y Ugarte comentan los cielos despejados y la belleza del día después de la larga noche de lluvia y de muerte. Lo irónico es que García describe el bonito día como “un día peronista” (131) después de que el peronismo ha sido la causa de toda la violencia anterior. Otra vez se recalca la división entre el peronismo, “el tango” si se quiere, desde ese punto de vista político. Interesantemente, como las palabras del título de la novela y las del tango de Gardel, se evoca cierto optimismo romántico en las últimas palabras de la novela. Muchos de los protagonistas han muerto, sí, pero no se van a olvidar a ellos y se espera un día mejor. En casi todas las novelas de Soriano hay algo de esperanza y optimismo y No habrá más penas ni olvido no es ninguna excepción. El último diálogo entre Ugarte y García recalca el optimismo que acompaña la memoria y señala el hecho de que si la historia de Fuentes y los suyos se registra, el porvenir no puede sino ser mejor. Lleno de orgullo “patriótico”, García le explica a su compañero que después de ganar contra los derechistas (para que valgan las muertes de Fuentes y otros) van a traer a Perón a presenciar la victoria. Ugarte le acusa de ser loco. El diálogo sigue así

—¿Loco? Le vamos a mostrar cómo quedó el pueblo, le vamos a contar de Ignacio, de Mateo, de Cerviño, de todos los que dieron la vida por él.
(…)
– Cuando lo sepa se va a emocionar el viejo.
—Va a hablar desde el balcón del municipio y los milicos no van a saber dónde meterse del cagazo (131).

El lector sabe que Perón no va a venir para celebrar ninguna victoria ganada por “el pueblo”, pero el optimismo humano, ese espíritu comunicado en las palabras del tango, se expresa claramente en el desenlace de la novela. En un comentario que hizo para una entrevista con Eduardo Montes Bradley, Félix Samoilovich dice:

Y la última frase, ese “un día peronista,” cuando sale el sol y los han destrozado, muestra al mismo tiempo lo que tenía el peronismo de apuesta de gente simple, humilde y honesta, y la catástrofe que significó. Creo que hay que leer No habrá más penas ni olvido para saber lo que Soriano pensaba del peronismo. Ni en pro ni en contra, lo que él diferenciaba era el peronismo de arriba del de abajo. Eso lo tenía muy claro (2003: 146).

No habrá más penas ni olvido es, finalmente, una novela doble, exacta-mente como el peronismo está reflejado temáticamente y tanto como la natu-raleza bipartita del género de la tragicomedia y del humor negro. Los versos del famoso tango de Gardel sintetizan un acercamiento romántico a la política argentina y, a la misma vez, documentan el dolor y el sufrimiento que había que atravesar pero que no serán olvidados. La naturaleza doble y dividida del peronismo se enfatiza, pero la ironía y la gracia con las cuales Soriano relata su novela hacen que el aspecto humano y popular no se olvide y que se aclare, un poco más, un período crucial de la historia política de la Argentina.

FUENTE

1 comentario:

  1. Hola :
    Te encontre mediante el blog del amigo Jo...que bueno el libro de Osvaldo Soriano y la pelicula no está mal aunque nunca puede superar al libro ni siquiera igualarlo.
    Un afectuoso abrazo y gracias también por tu comentario sobre el lenguaje sexista.
    Tere Marin

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Pon lo que quieras pero sin insultar porque si no te mando a cantarle a Gardel.